exilios
(I)
el
exilio es ese alguien
que
se convierte en nombre
a
quien nunca brindamos
la
posibilidad del olvido
o
siquiera
la
disculpa del olvido
y que
ahora sabemos
que
ya no será posible
remediar
el descuido
silente
como el vacío
que
el tiempo invade
mujer
nunca
mira hacia el espejo
en
que no se reconoce
camina
por la habitación
y
busca el orden
y la
esperanza
de
evitar resbalar
en
los lugares que ya nunca toca
sin
doblegar la mirada terca
las
palabras
esconden
su ira
rabiosa
e impasible
se
sabe indefensa
ante
ese cuerpo
en
que se demora
la
muchacha
una niña
“El
rostro de una niña
sin
una pierna
que
viaja en un ómnibus
encierra
una tristeza
que
evita las palabras.”
Y el
resto del poema nunca existió y sus ojos no decían “Tú no me olvidarás nunca”
porque ella no miraba y yo permanecía de pie junto a ella y a mi mujer que
acaba de ser mi mujer, y pensaba no en ella ni en el poema que nunca llegué a
terminar o que se perdió o que rompí o que se quedó en Cuba. Y debió ser un
buen poema pero nunca llegó a ser un poema y tampoco pensé en la crueldad de
escribirlo y en lo imposible de justificarme a mí mismo por la cobardía de
intentarlo y casi treinta años después el rostro surge y de nuevo el ómnibus
destartalado y de nuevo la mirada que no me mira, que se permite la suprema
indiferencia de no recordarme mi cobardía, la de entonces y ahora.
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